Inés Aizpún Inés Aizpún Preparándose para volver a la escuela
Los únicos libros que hay en muchos, muchísimos, hogares dominicanos... son los textos escolares. Hasta ese extremo llega la importancia de que los alumnos de los centros públicos cuenten con ellos.
La innovación en el campo de la enseñanza lleva una dirección muy marcada: soportes digitales y métodos alejados de la memorización e incluso de la lectura. Pero lo nuevo es mejor cuando es mejor, no solo porque es nuevo.
Los libros son la guía del maestro y de las familias para observar y medir qué está estudiando (y deseablemente aprendiendo) el estudiante. Para el profesor, el libro de texto es el apoyo fundamental: elaborado lentamente por especialistas, marca el ritmo y secuencia de la materia, agota el currículo exigido, le permite moverse en un terreno seguro. En el libro está lo que debe enseñar.
Nuevas corrientes pedagógicas miran con suficiencia al libro de texto. Defienden la experimentación y el interés del alumno como impulso prioritario de la enseñanza. Arriesgada apuesta.
El libro se complementará con las nuevas tecnologías. De la misma manera que ha evolucionado a lo largo de los siglos en su soporte, en sus canales de difusión, de impresión, de uso... sabrá resistir los embates de las nuevas corrientes.
Un dato para pensar. Los países con mejores calificaciones en los rankings que miden la calidad de la enseñanza, cuidan especialmente que los alumnos, todos, tengan los libros de texto necesarios a su nivel y edad. Finlandia, Corea, Japón... ¡algo tendrán los libros!
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